¿Hay alguna comida más típica que una buena calçotada? Seguro que no, estas cebollas que salen de la tierra para hacernos mirar al cielo, son unos de los platos más sabrosos de nuestra gastronomía catalana. Para comer los mejores calçots tendremos que viajar hacia la tierra donde los calçots vieron la luz por primera vez, y ahora os explicaremos cómo empezó todo …

A finales del siglo XIX (1896), un agricultor de la zona de Valls llamado Xat de Benaiges, encontró dos cebollas grilladas en su huerto. El buen Xat pensó que tenía que aprovechar todo y no se podía tirar nada, así pues, cogió las dos cebollas y las echó al fuego con la intención de asarlas. Una vez estuvieron bien asadas, las peló y vio que las cebollas eran tiernas, con la grata sorpresa que también estaban buenas. El hombre las mojó en salsa «salvitxada» que ya tenía hecha por casa y resultó una comida exquisita. Xat, así, se convirtió en el pionero de la calçotada y sin quererlo originó la calçotada en Valls.

Aquel invento gustó tanto a la gente que al año siguiente decidió dejar que las cebollas se grillaran para plantarlas después. Todas las personas que probaron el invento involuntario de Xat quedaron enamoradas, y poco a poco, fue perfeccionando la técnica hasta que las cebollas cada vez eran más largas y dulces.

Desde entonces, las calçotadas se han celebrado en Valls y en toda la comarca de una forma continuada y creciente. Y es que cuando hacemos una calçotada, hacemos mucho más que una comida, la calçotada de Valls es una reunión con la familia y los amigos, es disfrutar de un día en comunidad y saborear juntos los calçots.